5 oct 2011

Historia de Zaynab

Assalamu Alaikum Wa Rahmatu Allah Wa Barakatu

Soy Zaynab, de España.  Empecé a conocer el Islam antes de conocer a mi marido, viajé a Estambul, y algo se movió dentro de mi cuando escuché la llamada a la oración, entré a la Masjid (Mezquita) Azul, con sus paredes blancas, sus ventanas abiertas al Bósforo.  Mientras los demás hacían lo propio de los turistas, sentí algo en mi interior que me hizo apartarme del resto, y dirigir mis súplicas a Dios. Me había criado en un ambiente cristiano, había cursado la mayor parte de mis estudios en colegios de monjas, fueron muchos años, créanme. 

Desde muy pequeñita me interesó leer la Biblia y las Escrituras, mientras el resto de las niñas, leían cuentos...aunque era una alumna ejemplar, es curioso que me negaba a aprender el catecismo de memoria...Fui creciendo y probé muchas formas de acercarme a Dios dentro de los ambientes cercanos a las Iglesias, pero ninguno consiguió convencerme: grupos de la parroquia, convivencias...durante un tiempo acudía a misa cada día, y esto fue al final de todo, siempre me sentí una hipócrita porque las demás lloraban frente a las estatuas de la capilla, y pedían a María, y yo no podía hacerlo; no sentía nada frente a estas imágenes, en Semana Santa huía literalmente a celebrar la Pascua, mientras gente de todo el mundo venía hasta la ciudad de la que yo escapaba para ver a miríadas de personas, siguiendo a un paso, llorando, voceando, e incluso compitiendo entre sí....

Finalmente decidí salir de la Iglesia Católica, estaba segura de que la Verdad no se encontraba allí ¿Cómo podían elevar la palabra de Jesús a la de dios, creer que Dios (astaghfirullah- pido perdón de Allah) había convivido entre ellos y que todo esto no hubiese cambiado sus vidas, que no tuviese el menor peso en sus actos, ni en sus actitudes? Por no mencionar la cantidad inconmensurable de contradicciones que había que aceptar como dogmas de fe. 

Aquel día en la Masjid Azul, pedí a Dios, que me guiara hasta Él, que yo creía en Él, pero que tenía que guiar mis pasos. A partir de entonces mi vida fue cambiando paulatinamente, en todos los sentidos. Cambió mi vida sentimental, mi forma de ver las cosas, hacía 3 años que me había hecho vegetariana y subhanallah (Glorificado sea Allah) es un hecho que muchos musulmanes conversos, como yo, antes de su conversión dejaron de comer carne, como si Allah nos estuviera purificando), no bebía nada que contuviera alcohol, y jamás había fumado. En cuanto a las discotecas y lugares similares en los que mi generación consumía su tiempo libre, nunca me habían atraído. Tampoco otros lugares que me parecían mercados de "carnes" con todas las yeguas expuestas al mejor postor.  Me gustaba la vida sana y lo más natural que fuera posible.  

Y fue en este estado, unos pocos meses más tarde, cuando conocí a quien hoy en día es mi marido. Era el último día del mes de Ramadán, había sido invitada a cenar para celebrar que al día siguiente era el Id (fiesta), allí lo conocí. Allah lo había escrito así para mí. Desde aquel día, al día de mi boda, transcurrieron 5 semanas, ¡sí, hermanas, han oído bien! Mi marido decía que no podía salir a pasear conmigo si no estábamos casados, que sino su conciencia no estaba tranquila, y no podía hacer que su oración fuese como debía. Como había sido tan religiosa, le comprendí de inmediato, y no quise ser un obstáculo en su vida espiritual. Así que decidí casarme con él por el rito islámico. No tuve tiempo de avisar a nadie, y nadie me explicó realmente en qué consistía ni a qué me comprometía.  He de deciros que fui muy feliz desde el primer momento. 

Respecto a mi familia, no tuve grandes problemas, mi madre aceptó a mi marido como a uno más de mi familia y mis hermanos se llevaron bien con él desde el principio, con mi hermana la cosa fue algo más complicada.  Aún no llevábamos un mes de casados cuando bajamos a casa de su familia, una familia verdaderamente numerosa y vi, por primera vez las grandes diferencias entre la forma de ser musulmán, incluso dentro de una misma familia, en una misma ciudad. 

Para no cansaros, os diré que en los pocos meses que transcurrieron antes de mi conversión, hubieron algunas personas cuyo ejemplo me hizo irme acercando paulatinamente al Islam, entre ellas un hombre muy mayor, extremadamente delgado, que venía cada domingo al mercadillo local, cargando sobre su espalda un saco lleno de bandejas y teteras, lo hacía para reunir el dinero para poder ir a Makkah (Meca); otro hombre, este un español converso, (a cuya mujer me honra decir que conocí más tarde) que también venía a ese mercadillo, ellos venían con nosotros hasta nuestra tiendecita, de artesanía árabe y decoración, y allí, hacían el salat en un espacio tan pequeño y yo los observaba orar con ese recogimiento que me conmovía.  

El musulmán converso traía su pequeño almuerzo: un pan hecho por las manos de su mujer, un puñado de aceitunas, unos huevos duros, algún pescado en salazón y ¡subhanallah! todos los cuatro, comíamos de ello hasta saciarnos, y aún quedaba algo para el camino. Esta evidencia de la barakah (bendición), fue otra de las cosas que más me demostraron que estaba en una buena vía. Un buen día, me levanté, estaba en cama, con fiebre, y dije a mi marido: "Quiero hacer la Shahadah (Testificación de Fe)", me dijo: "Conste que yo no te obligo a ello". Le dije: "Lo sé, pero quiero hacerlo." Me advirtió: "Luego no podrás volverte atrás, esto no es ningún juego."  Entonces le dije: "¿Ya no debo salir enseñando mi pelo, verdad?" y él me dijo que no. Así que cuando hube de salir me compuse una especie de turbante alrededor de mi pelo, pero mi cuello y mis orejas quedaban al descubierto. 

Allah quiso que cambiásemos de ciudad, yo ya estaba embarazada de unos meses, conocimos a unas chicas de Malasia que estudiaban en Londres, y que viajaban con una mujer acompañada de su esposo, un doctor, y un grupo de chicos estudiantes. Todos en una furgoneta, ellos delante, ellas detrás, separadas por una cortina. Cuando hice la oración con ellas, me maravilló su forma de concentrarse y de entregarse en él, las ropas que llevaban y que se ponían sólo para rezar, de una blancura inmaculada, todas unidas en una sola fila, moviéndose como una sola persona. Ellas llevaban velo, la chica casada también llevaba niqab (velo que cubre la cara), y me hablaron cómo debía de poner mi hijab y mis ropas que hasta entonces habían sido claras, debían ser oscuras, que no atrajeran la atención cuando salía a la calle. Antes de que se fueran, ya tenía mi propio hijab, que no he abandonado nunca, y que Allah me ayude a mantener mientras viva.  Me fui a vivir a un país musulmán, el de mi esposo, para aprender de las musulmanas y el idioma. Allí conocí a grandes mujeres que son mis hermanas, alhamdulillah (Gracias a Allah).  

Mi padre me dijo que la felicidad se me veía en la cara, y que él estaba de acuerdo en aquello que me hiciera feliz. Mi madre llegó a hacer shahadah, aunque llevara su Islam en su corazón, porque no se atrevió a decirlo a mis hermanos; mi hermano pequeño también se convirtió, pero su mal carácter y malos hábitos le hacen bascular, que Allah lo guíe y permita que muera, así como nosotras, nuestras familias y seres queridos dentro del Islam.  Desde aquellos tiempos han pasado muchas cosas, hemos tenido 3 hijos, dos de los cuales están estudiando el Corán, y si Allah lo permite estudiarán la ciencia del Din(religión); y mi hija, empezará pronto, InshaAllah (si Allah quiere). 

Por lo que a mí respecta, nunca he parado de estudiar, ni de traducir libros del Din, puesto que no había nada en español y quería informarme e informar a muchas mujeres que acudían a mí para que les hablara del Islam, sabía lo duro que era no conocer nada, y lo difícil que es que los hermanos tengan paciencia con sus mujeres para explicarles el Islam. Aprendí a leer en árabe, para poder recitar el Corán, memorizarlo y obtener sus innumerables recompensas. Enseñé a leerlo a mis hijos y a otros niños, alhamdulillah.  

Tuve el privilegio de acudir a Makkah para cumplir con el pilar de la peregrinación, y volver para hacer la umrah (peregrinación menor) durante el Ramadán, y para aconsejaros, que si tenéis las posibilidades para hacer este viaje, no lo retraséis, nunca sabemos cuánto tiempo puede quedarnos de nuestra vida en la tierra.  

He de decir, que he oído algunos comentarios despectivos de las mujeres (cristianas) casadas con los hermanos, he conocido bastantes de entre ellas, alhamdulillah, que han abrazado el Islam, otras no lo han hecho, pero ahora comprenden y respetan a sus maridos, y son defensoras y simpatizantes del Islam, de las musulmanas y de nuestros pañuelos, porque comprenden que no es ninguna imposición (sino de Allah) externa, que es por propia y personal elección.  Muy pocas vinieron una vez para nunca volver y doy gracias a Allah porque en Su misericordia sigue mandándome a estas mujeres, porque como dijo el Profeta sallallahu allayhi wasallam (la paz y las bendiciones de Allah sean con él) a Alí radiyallahu anhu (que Allah esté complacido con él), si alguien trae hacia el Islam a otra persona de su mano, eso vale para ella más que todos los camellos rojos.  Ahora lo sigo haciendo el foro “Musulmanas e Islam”.