1 ene 2012

Un Camello Dado Como Sadaqa (Caridad)



Cuando llegaba la primavera a Ibn Jad'aan le gustaba salir y contemplar los hermosos camellos, con sus ubres llenas hasta casi explotar. Cuando las crías se acercaban a sus madres, su leche salía abundante, generosa y llena de bendiciones.
Un día Ibn Jad'aan estaba contemplando a una camella con su cría y se acordó de su pobre vecino, que tenía siete hijas pequeñas. Y se dijo a sí mismo, “por Allah que daré esta camella y su cría como Sadaqah (limosna) a mi vecino”, y recitó la aleya del Corán en la que Allah dice:
“No alcanzaréis la virtud, hasta que no deis de lo que amáis. Y cualquier cosa que deis, Allah la conoce”.
Surah Al Imran 3, Ayah 92
“Y la más querida de mi rebaño es, para mí, esta camella”.
Así que tomó a la camella y a su cría y llamó a la puerta de su vecino, pidiéndole que las aceptara como regalo. Vio como su cara se iluminaba de felicidad y fue incapaz de pronunciar una palabra como respuesta.
Su vecino se benefició de la leche del animal, utilizándolo también para trasportar madera, mientras esperaba que sus crías crecieran para poder así venderlas. De esta forma obtuvo un gran beneficio de la camella.
Pasó la primavera y llegó el verano con su sequía, y los beduinos levantaron sus campamentos en busca de agua y pastos. Iban en busca de los duhool o “agujeros” en la tierra, pozos de agua subterránea, cuyas aberturas se encuentran a nivel del suelo, que los beduinos conocen muy bien.
Ibn Jad'aan bajó a unos de esos agujeros para recoger agua para beber mientras sus tres hijos se quedaron a esperarle fuera. Pero Ibn Jad’aan no volvió.
Sus hijos le esperaron durante uno, dos, tres días, pero al final perdieron la esperanza. Pensaron que quizás había sido mordido por una serpiente, o que se había perdido bajo tierra.
En realidad sus hijos (y nos refugiamos de esto en Allah) confiaban en su desaparición.
¿Por qué?, por codicia para repartirse la herencia.
Volvieron a casa y dividieron entre todos lo que el padre les había dejado.
Recordaron que el padre, Ibn Jad’aan, había regalado una camella a su pobre vecino. Así que fueron a su casa y le dijeron que sería mejor que les devolviera esa camella y tomara otra a cambio, en caso contrario se la quitarían a la fuerza y de esta forma se quedaría sin nada.
El vecino se quejó diciendo que se lo contaría a su padre, pero los hijos le informaron que había muerto. Les preguntó cómo, cuándo y dónde Ibn Jad’aan había muerto y porqué no se lo habían comunicado antes.
Sus hijos le explicaron entonces como el padre había entrado en uno de esos agujeros subterráneos del desierto del que nunca salió.
El vecino exclamó: “Por Allah, conducidme a ese lugar, tomad vuestra camella y haced con ella lo que queráis, no quiero otro camello en su lugar”.
Lo condujeron al lugar en el que el padre había desaparecido, y tomando una antorcha y atándose con una cuerda a la parte exterior del agujero descendió al interior.  El olor a humedad era muy intenso y al poco tiempo escuchó gemidos y quejidos que procedían de la profundidad del agujero.
Se fue acercando poco a poco al lugar de donde provenían, tanteando en la oscuridad, hasta que su mano tocó un cuerpo, el de Ibn Jad’aan. Enseguida acercó su oído a su pecho, ¡respiraba todavía después de una semana!
Lo sacó al exterior cubriendo primero sus ojos para que no fuera cegado por la luz del sol. Había traído consigo unos dátiles.  Los humedeció con un poco de agua  y  se  los  dio  para que bebiera y se nutriera.  Después lo cargó sobre su espalda y lo llevó a su casa, donde poco a poco se fue recuperando sin que sus hijos lo supieran.
El vecino preguntó a Ibn Jad’aan: “Dime, por Allah, ¿cómo es que has logrado sobrevivir después de una semana allí abajo?”
"Te diré algo extraño…" respondió Ibn Jid’aan: "...cuando bajé al agujero me perdí, y estuve vagando sin rumbo en todas las direcciones, hasta que me dije a mi mismo que era mejor que me quedara cerca de la fuente de agua que había encontrado. Así que empecé a beber de ella, pero el hambre no tiene piedad y el agua no bastaba para saciarla.
Después de tres días el hambre se hizo acuciante e insoportable.
Mientras permanecía tumbado en el suelo me rendí ante Allah y puse todos mis asuntos en sus manos, y de repente sentí el cálido sabor de la leche que entraba en mi boca.  Me senté en medio de la oscuridad y pude ver un recipiente acercándose a mi boca. Bebí de él hasta saciarme y después desapareció.   Esto sucedió tres veces durante los primeros días pero los últimos dos días desapareció sin saber por qué.
Entonces su vecino le respondió:"¡Si supieras la razón te sorprenderías!
Tus hijos pensaron que habías muerto, y vinieron a mi casa y se llevaron la camella con cuya leche Allah, Subhana Wa Ta'Aala (Glorificado y Exaltado sea) te nutría".
El musulmán está a la sombra de su Sadaqah (Caridad).
“…Y quien teme a Allah, Él le da una salida. Y le provee desde donde no lo espera. Quien se abandone en Allah, Él le bastará…”
Surah Al-Talaq 65, Ayat 2-3


Fuente:
Archivos de Audio narrados del Dr. Saleh As Saleh
Autor:
Dr. Saleh As Saleh
Origen:
Traducción del inglés al español por:
Nabila Peña
Publicado en: